Larrañaga y la libertad de prensa. Escribe Saúl Piña

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El 10 de diciembre de 1771 nacía en Montevideo quien fuera el primer Vicario Apostólico de la República: Dámaso Antonio Larrañaga. Fue además un destacado sabio naturalista, pero fundamentalmente intérprete del pensamiento del General Artigas.

Inició sus estudios en el colegio de los Franciscanos. En Buenos Aires ingresó en el Real Convictorio Carolino y culminando sus estudios llegó a Subdiácono en Córdoba. En el año 1789 regresa a Montevideo recibido de Sacerdote, ingresando como capellán de las Milicias de la ciudad y, en 1804 llega a Teniente Cura de la Matriz.

Larrañaga tuvo la especial misión de ser designado por Artigas, como portador de las célebres Instrucciones del Año XIII al Congreso de Buenos Aires, donde su reputación fue repelida debido al peligroso anti centralismo de las Instrucciones. En 1816 fue designado Director de la Biblioteca Nacional, quedando su nombre gloriosamente vinculado a la edificación cultural del Uruguay.

En 1815 Artigas le ordena al Cabildo ponga en funcionamiento una imprenta que había sido recuperada en Buenos Aires, iniciándose el proceso del “Periódico Oriental”, que sería, según dijo Artigas: “órgano destinado a la ilustración de nuestros paisanos”. 

Artigas tenía pleno conocimiento de los beneficios de la libertad de prensa, pero también que la mala práctica del periodismo, ya en aquellos tiempos era una enfermedad para los pueblos, alertando al Cabildo sobre los peligros inherentes al buen uso de esa libertad, señalando en su mensaje: “Se debe velar para que no se abuse de la imprenta. La libertad de ella al paso que proporciona a los buenos ciudadanos la utilidad de expresar sus ideas y ser benéficos a sus semejantes, imprime en los malvados el prurito de escribir con brillos aparentes y contradicciones perniciosas a la sociedad “.

El Cabildo ya se había adelantado con un criterio muy distinto al pensamiento de Artigas a cercenar la libertad de prensa y en octubre de 1815, se dirige a Larrañaga, comunicándole que lo había designado para :“el control de cuantos escritos hayan de imprimirse y, en consecuencia retirar los que no fueran de su aprobación”. El Cabildo fundamentaba su destemplada posición, para evitar que la prensa difundiera ideas subversivas del buen orden.

Larrañaga respondió que el empleo de Revisor de la Prensa “ni es compatible con mis muchas y graves obligaciones ni con los sentimientos liberales sobre la libertad de imprenta y el don de la palabra que como uno de sus primordiales derechos reclaman los pueblos”. 

La posición de Larrañaga fue fiel con la del héroe, imponiéndose en nuestro sistema jurídico y, sintetizándose en: libertad ilimitada de prensa sin censura previa y con responsabilidad posterior del autor. 

Más allá de la significación de su obra científica, de su actuación como hombre de gobierno y de su valioso apoyo a la difusión de la cultura, la personalidad del Padre Dámaso Larrañaga, supo interpretar la orientación doctrinaria y el pensamiento político de nuestro máximo caudillo, exponiendo su valor espiritual y el vertical compromiso por el bien de los mejores beneficios para los orientales, dejando un ejemplo como auténtico servidor público.    IR A PORTADA 

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