El reto de esta hora. Escribe Saúl Piña

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Siempre que los pueblos deben enfrentar períodos de crisis políticas o de cambios de gobierno, una porción de sus energías se vuelca al área de analizar las etapas anteriores. 

Esta práctica no debe ser considerada como una especie de persecución de personas, sino de analizar en profundidad el estado de situación del país, como base `para el estudio de nuevas soluciones para los eventuales problemas que se puedan estar presentando.

Naturalmente, como ocurre en todos los aspectos de la conducta humana, el enjuiciamiento adverso para los unos, responde al juzgamiento crítico hacia los otros. Es por eso que todo este panorama desemboca en interminables acusaciones y críticas, que promueven situaciones, donde algunos protagonistas, atribuyen las causas de las crisis y de los errores, a una sola idea o un solo sentimiento, de forma totalmente unilateral, y con olvido de que la historia es una trama, un tejido muy complejo y que depende, por lo tanto, de la interacción de muchas ideas y de muchos intereses y que no queda nunca determinada por un solo enfoque de sector o de partido.

Cuando las investigaciones arrojan resultados comprobándose que existen irregularidades, no de los partidos sino de determinados integrantes, surgen condenas de algunos que lo atribuyen a campañas de persecución y acoso político. Seguramente que analizar errores y culpas del pasado son imprescindibles para que puedan rectificarse rumbos hacia el porvenir.

Más aún: si alguien quiere que realmente se quieran corregir los yerros anteriores, lo correcto no es evitar ni silenciar, ese género de análisis, sino facilitarlos y ponerlos en el plano de la discusión. Porque es a través de las discusiones y de la mayor difusión pública, que de los hechos particulares se asciende a las grandes líneas de pensamiento de los grupos y de los pueblos.

Es un derecho que tienen los ciudadanos, y es cosa buena que se analice el accionar de cada gobierno, para determinar cuál fue el grado de verdad o de errores que aportó cada uno, cuál fue el grado de idealidad o el grado de interés inferior que determinó, una decisión gubernamental.

El estudio del pasado no solo debe generar saber lo que pasó, sino lo que habrá de pasar, y ello en términos de lo que debe ser.

Más allá de casos irregulares que se vienen investigando y que deben ser aclarados, corresponde destacar un reciente informe, que arroja una encuesta sobre Corrupción en América Latina, ubicando al Uruguay en una posición muy alentadora, como uno de los países menos corruptos de la región, juntos a Estados Unidos y Chile.
Venezuela, Bolivia, México, Argentina y Brasil, son señalados como los países con mayor grado de corrupción.

Los tiempos de crisis, son debate, pero también de construcción y de compromiso. Porque si hay grandeza de miras, en las crisis no se alimenta la baja sed de la revancha, sino la voluntad de superar los errores por el camino racional de oír , dialogar y aportar.

Es ese el reto de esta hora, que debe estar caracterizado por todos los uruguayos, por una actitud de humildad intelectual para que ningún grupo ni persona, se sientan dueños de la verdad.

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