La noche de la gran ilusión. Escribe Saúl Moisés Piña

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El jueves 6 será un día diferente y sin duda el más claro y ansiado por los más pequeños. Será una jornada que vibrará y cobrará vuelo la imaginación de todos los niños. Pero también lo será para los desposeídos si tuvieron al alcance el buen augurio de la piedad y de esa porción de solidaridad que aún existe.


Será el Día de los Reyes Magos, que para los niños, que tienen aún el sol de la inocencia resplandeciendo en sus cerebros, es una fiesta de esperanza, una fuerte campanada emocional, que con suerte, podrá llegar a todas las comarcas. 

En este Uruguay, los ardientes deseos infantiles llegan con el consiguiente esfuerzo humano a casi todos los hogares, luego de una noche en que el sueño tardó en conciliarse porque las ilusiones volaron hacia un cielo tachonado de brillantes estrellas, desde donde descienden con sus camellos Melchor, Gaspar y Baltasar. En este mundo convulsionado, materialista y donde lo fraternal es escaso, pocas son las cosas rescatables que escapan al análisis menos exigente. 

Entre estos por su  contenido espiritual y de verdadero acto de amor, resalta el maravilloso milagro de los Reyes Magos. De chicos aún guardamos en un especial rinconcito de nuestra memoria, desdibujándose en el túnel del tiempo, aquellas sensaciones tan dulces cuando el hito fue para nosotros. 

De grandes como padres, librando la estrategia del ingenio para teatralizar el episodio del agua y el pastito para los camellos con las más alta dosis de veracidad. Tenemos la aspiración de que los Reyes lleguen con sus alforjas llenas de juguetes, pero también de paz, justicia y sentido solidario. Este Día de los Niños, deberá ser también el Día de los Padres, en el cual debemos estimar más allá de la fe que cada uno profese .

Día en el cual deberán creer aquellos que niegan todo misterio a la vida humana y que, por guiarse por sus propios intereses y mezquinos objetivos no tienen la capacidad de entender, todo el bien y la felicidad que encierra el dar sin pedir. Bueno sería que la Noche de Reyes fuera eterna. 

Que también el mundo todo estuviese pendiente de la esperanzada expectativa de millones de zapatos de todas las condiciones sociales y de todas las latitudes, para alborar en una plácida mañana, plena de risas, paz y auténticas alegrías. Que no hubiera que enfrentarse al egoísmo, a la mentira, la violencia y la ambición. 

Los Reyes, traen aunque sea un solo día en el año, la posibilidad, la oportunidad de ser magos y en muchas ocasiones con extremas necesidades; pero también la ocasión de generar la voluntad de sembrar con felicidad hacia el mañana, testimoniado por la alegría del hoy de los hijos. Debemos conservar intacta la capacidad de soñar que los Reyes Magos son una realidad , porque es un acto de fe y una manera de confiar en el hombre, como si fuera un hermano.

Tengamos la seguridad de que serán portadores a cada duraznense de la exquisita ilusión, de que existe en verdad un mundo mejor. Que Melchor, Gaspar y Baltasar traigan en sus alforjas, terrenales redenciones y a los humanos, entendimientos y fraternidad, que tanta falta hacen en los tiempos que corren.


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