El legado de los suizos. Por Saúl Moisés Piña

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En países relativamente nuevos como es el Uruguay, el inicio de los grandes emprendimientos tiene como factor común el sueño acariciado en otro continente, viajó hasta estas tierras para materializase.

La verdadera esencia de nuestra raza, se basó en la identidad de mujeres y hombres que llegaron de lejanos países, no con el objetivo de invadir, sino de ofrecer trabajo, familia y nuevas costumbres. Fueron duros con la adversidad y muy nobles con la buena fortuna. 

En nuestro país tenemos el ejemplo, de corrientes de inmigrantes que lograron la trasformación de la zona donde se afincaron, como por ejemplo “San Jorge” en Durazno o la Colonia de Rusos en “San Javier”. 

Hay otro fenómeno que aún mantiene vigencia y que merece su destaque. El 21 de noviembre de 1861, un grupo de familias Suizas de los cantones alemanes arribaba a tierra uruguaya en la boca del arroyo Rosario (Colonia) quedando sumamente impresionados, por la misteriosa soledad del lugar y el rico potencial productivo que estas tierras tenían. 

Llegaron desvalidos totalmente desde el punto de vista material, pero en su interior palpitaba la aspiración de crecer, teniendo como único capital, esa herramienta que es la única para eso: el trabajo.

El propósito de la empresa de estas familias, era la fundación de una trinchera europea en la soledad de las ricas tierras uruguayas, liderados por el Maestro Elías Huber, quien dejó en sus memorias lo siguiente: ”Tengo una alegría infantil en este suelo, libre de piedras, tan fácilmente cultivable, como los almácigos de siembra en la huerta. Quien después de los primeros años no prospere en esta tierra, será un inútil”.  

Como medida prioritaria levantaron sus ranchos y comenzaron las tareas de trabajar la tierra con arados de madera que ellos mismos construían Luego de sufrir etapas negativas por imperio de la falta de lluvias y de la revolución de Flores, los Suizos lograron cultivos de excepción, sobre todo de trigo, llegándose a la exportación, un fenómeno comercial que poco se conoce, ocurrido en la década de 1860. Se cultivaba maíz, forrajes, verduras, destacándose la producción lechera. Fueron también pioneros en la actividad apícola, lo que no se conocía en estas tierras.

En el año 1868 adquirieron en Europa la primera trilladora mecánica que arribó al país y en el año 1869 llegó Juan Teófilo Karlen quien introdujo otra actividad desconocida: la industria quesera, la que adquirió particular importancia, al punto de que en 1874, ya funcionaban 50 queserías en varias partes del país .También el colono suizo Juan Sturzenneger, elaboró la primer Sidra nacional.

Colonia Suiza se trasformó en un ejemplo de trabajo y progreso, con una producción basada en las más diversas producciones relacionadas con la tierra, consolidando la primera clase media rural que se conoció en el Uruguay. 

Los suizos en el transcurso el tiempo, lograron total integración a la sociedad uruguaya, preservando su esencia de identidad, un ejemplo que debemos tomar en consideración, por cuanto la identidad es un valor vital para los pueblos. 

Hoy visitar la zona es una experiencia que vale la pena, para comprobar la calidad heredada, en la elaboración de artesanías, quesos, dulces y costumbres de sus ancestros, como así también en su compromiso con el trabajo.   IR A PORTADA 

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