El doctor de la selva. Escribe Saúl Moisés Piña

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Existe un fenómeno que ha sido preocupación de los seres humanos desde el fondo mismo de la historia: conocer la verdad de todas las cosas. Comprobado está, que esto es realmente imposible, pero que resulta fundamental en la vida, ya que es un motivo de análisis y de investigación en el tránsito de la vida.

En la historia del mundo, hay una reducida nómina de mujeres y de hombres, que tenían condiciones muy particulares, que mediante su esfuerzo, conocimiento investigador y compromiso con el tiempo que les tocó vivir, dedicaron su vida en la búsqueda de esa imposible verdad, de lograr un mundo de convivencia, fraternidad y de asistencia hacia el semejante.

El 14 de enero de 1875 nacía en Alsacia el doctor Albert Schweitzer, quien fue filósofo, músico, brillante estudiante de teología y destacado médico. La visión del mundo de este particular ciudadano, estaba basada en su idea de la Reverencia por la vida, que él afirmó haber sido su mayor y más simple contribución a la humanidad, siendo su inspiración de que su actividad fuera al servicio de sus semejantes.

Cuando aún no era médico, tomó conocimiento del drama que enfrentaban los Misioneros en el Congo, por la falta de atención sanitaria para los nativos. Reflexionó que allí estaba la verdad de su vida, iniciando los cursos para ser médico. Se recibió en el año 1913 y acompañado por su esposa, se trasladó a África radicándose en Lambarené, una zona totalmente selvática y muy lejos de la civilización., donde fundó un pequeño hospital, que fue el escenario de 50 años de servicio a los nativos de una extensa zona, en condiciones extremas carencias. 

Este médico optó por el servicio a los más necesitados, descartando las comodidades que su profesión le hubiera traído en Alsacia. Fue un ser humano preocupado por el dolor ajeno, que supo descubrir una gran verdad: todos los seres humanos, tienen la condición y el poder suficiente, para atemperar una parte del sufrimiento de todos y, que el medicamento es superar la bancarrota espiritual y fomentar la solidaridad, que es sinónimo de amor por el otro.

Schweitzer fue conocido como “El Médico de la Selva” y era dueño de una personalidad versátil integradas en varios talentos, lo que motivó la conjunción poco frecuente del pensador con el hombre de acción y el humanista con el científico y el artista. Era un excepcional músico, con un manejo del Órgano superior.

Schweitzer afirmaba que el gran drama de estos tiempos finalizará cuando tengamos la capacidad de alejarnos de la magia económica a la cual nos hemos sometido.

Este hombre encontró una de las verdades de la vida: renunció, en su madurez a la fama y a la gloria que había logrado como intelectual y músico, para consagrar su vida a los nativos olvidados de África. 

Basó su filosofía basado en el respeto por la vida, sin esperar nada, a través del noble ejercicio de la medicina. Su grandeza radicó en el hombre como símbolo, ya que no fue tanto lo que él hizo en favor de los demás, sino que los demás pudieron hacer gracias a él. En este tiempo de violencia generalizada, su ejemplo es una fuerza moral en el mundo, mucho más importante, que la de millones de hombres armados para la guerra. 
En 1953 recibió el Premio Nobel de la Paz, por su labor filantrópica y por su amor fraternal hacia los seres vivos.    IR A PORTADA 

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