La magna fecha del 25. Por Saúl Moisés Piña

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En el marco de los grandes fastos de nuestro pasado histórico, el 25 de agosto de 1825 en que la Asamblea de los Representantes de los pueblos orientales declaró la Independencia, es de los acontecimientos de aquel pasado de gloria, el que con mayor intensidad acelera el ritmo del corazón de la Patria. 

Y es así, porque esa fecha señala la culminación de un proceso que se inicia en la alborada del Asencio de 1811, para transitar luego por un azaroso camino de enfrentamientos y luchas contra las fuerzas extranjeras.

Aquel 25 de agosto nuestro pueblo fijó su destino, o retomó mejor dicho, el que le había razado el talento lúcido y el corazón bien puesto, del Blandengue inmortal y el Padre de la Patria. Ninguno como Artigas había metido en el corazón patriota el sentimiento de la libertad, nadie había arraigado con más profundidad la idea de las Asambleas para la adopción de las graves e importantes medidas con las que los pueblos resuelven los problemas de su presente y trazan las rutas luminosas de su futuro.

En la sabia Declaración se expresa: “írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre todos los actos de incorporación, reconocimientos, aclamaciones y juramentos arrancados a los pueblos de la Provincia Oriental por la violencia de la fuerza. La Declaración de Independencia afirma principios de valor universal, que por los caminos de la historia del mundo, han sido fundamentales para el mantenimiento de la paz, la concordia, y la fraternidad entre los pueblos. La Declaración proclama de manera solemnemente que la violencia no concede derechos ni legitima conquistas, se sostiene también con igual ímpetu el derecho de los pueblos a orientar sus propios destinos, los cuales solo dependen de su propia, única y exclusiva voluntad.

En este Uruguay experimentamos la injusta experiencia de enfrentar un período de inconstitucionalidad que atentó contra la libertad, violó los postulados de la Declaración del 25, la Constitución, y promovió violencia y divisiones a nivel de la familia uruguaya. Fue un tiempo producto del loco desvarío de grupos, que facilitaron el despertar de otros demonios, para hundir el país en un caos de horror, desconociendo el viejo mandato de aquellos patriotas que con el tributo de su sangre nos dieron esta Patria.

La experiencia ha servido y seguros estamos, que los orientales seguiremos con honor la fidelidad que marcó los caminos a recorrer, trazados en la Declaración de la Florida.

El 25 será un día de fiesta y también de reflexión y oportunidad para que los ciudadanos evoquemos la trascendental fecha, como si fuera una fiesta de la nacionalidad en un acto de reafirmación de nuestra identidad histórica.- Será además la instancia ideal para dimensionar la actitud de los Héroes que trazaron el perfil de este Uruguay, y la adhesión a los principios de libertad y democracia que fueron sus legados.

Oportunidad también, para valorar la democracia en libertad de la cual gozamos ,la cual debemos defender con trabajo y esfuerzo, y con el firme deseo de que aquellos pueblos que hoy luchan por estos tesoros, puedan concretar sus afanes con felicidad y en paz.





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