El camino de América es la democracia. Por Saúl Moisés Piña

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En  el concierto de naciones de nuestra América, el Uruguay ha representado desde el fondo de su historia, una filosofía de vida con arreglo a sus posibilidades y en total armonía con el desarrollo cívico.

Existe una estrecha afiliación espiritual del pueblo al republicanismo que nos legara Artigas.
Nuestra breve historia nos marcó dificultades derivadas, tanto en el aspecto político como en lo económico, pero en toda situación se puede afirmar que más allá de los hombres que se equivocaron, el alma de la República siguió siendo democrática, justiciera y defensora de los ideales que confirieron gallardía cívica y prestigio al País.

Es bueno recordar y hacer conocer a las nuevas generaciones, que en su momento el Uruguay fue catalogado en el mundo como “La Suiza de América”, lo que ocurrió no con el concurso de ideas o de hombres de otras tierras. Fue el esfuerzo y el compromiso de auténticos orientales.

El mundo ha cambiado de manera radical y la denominada globalización determina nuevas estrategias y mucha imaginación de los gobernantes, para encarar los problemas; lo que siempre se debe cumplir en el marco de las normas y las reglamentaciones que caracterizan a los países democráticos.

La historia del Uruguay que no comenzó ayer, marca nobles ejemplos de honrada conducta, de altivez cívica, de principismo, que son como raíces históricas de la inspiración republicana, del humanismo y de los postulados de justicia que sirven de apoyo para la búsqueda de una sociedad justa y perfecta que, seguramente es la gran aspiración de todos los ciudadanos del mundo.

Lo que si debe quedar muy claro, es que el destino de América es uno: la libertad. Desde Alaska, hasta Tierra del Fuego, impera un ideario común, que ha tenido como protagonistas y defensores como Artigas, San Martín y Bolívar.

En estos días, la mayoría del pueblo uruguayo asume con marcado dolor, la injusta situación que enfrenta el pueblo de Venezuela, viviendo una grave crisis en términos institucionales, políticos, sociales, económicos y migratorios. La tierra de Bolívar enfrenta el hambre, la persecución política, motivando que casi 3 millones de ciudadanos emigren a otros países, buscando la libertad y la justicia social que no existe en el suyo.

Ante este drama, el silencio no es el camino correcto, porque lo que está en juego es la ausencia de Democracia. A diferencia de los totalitarismos que establecen dogmáticamente una imposible unanimidad, la Democracia presupone divergencias y aún contradicciones ideológicas entre los seres humanos, y les abre cauce para su pacífica expresión e influencia en la organización y en las determinaciones de la comunidad.

Solo en la Democracia, quienes tienen transitoriamente el poder, lo ejercen en un equilibrado aparato sometido a contralores y responsabilidades, que reducen las posibilidades de actos de corrupción, lo que en caso de descubrirlas, deben ser castigadas con total firmeza.

El gobierno de Maduro en Venezuela carece de legitimidad y de los valores elementales que deben imperar en un sistema democrático.

A diferencia de quienes en forma lamentable y desaforada se entregan a sus errores y pasiones ideológicas, el pueblo uruguayo con amor y fe en los destinos del hombre; tiene siempre presente los derechos que han sido los verdaderos centinelas de nuestra soberanía.-Esa fue una de las grandes herencias que nos dejó Artigas y olvidarlos es una gran traición a su memoria.

Seguro estamos que el legado de Bolívar, hará que el sufrido pueblo de Venezuela, desplace la aventura de horror, soberbia, despotismo y tiranía, haciendo triunfar una vez más los ideales americanos que nos unen.





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