La magna fecha del 25 de Agosto. Por Saúl Piña

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En  un escenario un tanto confuso generado en los últimos tiempos, en materia de fiestas patrias y valor de los símbolos de rico contenido histórico, el 25 del corriente celebramos el 194º aniversario de la declaratoria de la Independencia.

En su momento un decreto surgido vaya a saber bajo qué argumentos y con qué objetivos, marginó efemérides relevantes, cuya conmemoración era todo un acontecimiento en el ámbito cívico, y que en nuestra etapa escolar permitían el conocimiento de nuestra historia y nuestros próceres.

El 25 de agosto -no obstante los decretos vigentes- es un día de júbilo patriótico para los uruguayos. Es el Día de la Declaratoria de la Independencia, que tantas veces se había anunciado como voluntad de la nación oriental, en congresos y proclamas. No solo emancipación, hubo en ese glorioso 25 de agosto de 1825, sino además reafirmación de principios republicanos y democráticos, banderas del Artiguismo que volvían a flamear y sostener con coraje y firmeza, los fuertes brazos de los que integraron la gloriosa Revolución de los Patrias.

La Declaración de la Florida constituye un documento trascendente para los orientales por el imponderable que afirma, pero lo es también para el mundo porque la libertad es un bien universal y, porque además en la Declaración de la Florida, junto a la libertad se afirman igualmente otros dos derechos que en el correr de los tiempos y hasta hoy, tienen especial trascendencia: el derecho de autodeterminación de los pueblos y el reconocimiento de que la violencia no es fuente de derecho.

Es bueno valorar, que ya en aquellos años, los orientales sostuvieron principios contrarios a la violencia y el rechazo a la fuerza para presionar o cercenar soberanías, que son hoy columnas del Derecho Internacional y cuyo respeto constituye, el más digno y estimable instrumento de paz.

Las conmemoraciones de los acontecimientos históricos hacen vibrar los espíritus y determinan que nos reencontremos con los valores e ideales que movieron a los patriotas a ofrendar su propia vida, para legarnos un país que fuese nuestro orgullo. Esos valores nos hablan de libertad y de independencia, los que deben ser la motivación de nuestra conducta cívica, porque es también nuestra aspiración que podamos dejar a las generaciones venideras, un país libre, justo, seguro y con tolerancia fraternal.

Los uruguayos tenemos la experiencia vivida, de que la violencia no crea derechos ni legitima conquistas. Provoca grietas y heridas profundas en el entramado social, que son de difícil cura.

Nuestro reconocimiento a los Representantes de la Florida, que asimilando la enseñanza artiguista, nos legaron la libertad como único estatuto de vida plena. Debemos asumir que la libertad nos ofrece derechos para todos los ciudadanos, pero también obligaciones.



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