El Éxodo: símbolo de fe y fidelidad al caudillo. Por Saúl Piña

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La existencia de la nacionalidad oriental se debe históricamente a que nuestros antepasados tuvieron un Jefe capaz de hacerles cobrar conciencia de su singularidad social y política. 
Si ese jefe respondió a las expectativas creadas en torno suyo, no fue solo un mérito al genio que lo distinguió como conductor de hombres, sino que también con él, estuvo dispuesto a sacrificarse un pueblo celoso, de lo que en aquel momento era su autonomía y luego fue la independencia.

El 23 de octubre de 1811, se inicia la marcha del pueblo oriental, conocida como el “Éxodo “· Se trata de un episodio de gloria en los anales patrios y ejemplar también, en el más amplio cuadro de la gesta emancipadora sudamericana.

El Éxodo es una muestra de heroísmo, de sacrificio colectivo, exponiendo la expresión más vigorosa de un pueblo, que iniciado en el camino de su libertad, prefiere el ostracismo colectivo, la miseria y la inseguridad, antes que renunciar al sagrado imponderable, inscribiéndose en un acto moral, en el que la gente se define y pertenece a los más altos valores espirituales.

Lamentablemente esta fecha histórica no fue evocada, lo que hubiera sido una buena manera de rendir homenaje a Artigas y las familias de toda condición social, que emprendieron el camino del Ayuí, para demostrar al mundo, el agradecimiento a este verdadero caudillo, por su generosidad con la Patria.

Fueron más de 5.000 personas que integraban la caravana sin contar los soldados, que con más de 600 carruajes cubrían en fila india más de 50 kilómetros.

Zorrilla de San Martín decía sobre el Éxodo : “Artigas tomó entonces; a todo su pueblo y lo cargó en sus hombros de gigante. Y dijo ¡Vamos ¡ Y con esa preciosa carga depositario de la fe, de las energías morales de ese pueblo, de su anhelo de libertad y de la inmensa carga de dignidad colectiva que el
Éxodo significaba, marchó por los caminos de la Patria la caravana multitudinaria, sin quejas por el sufrimiento, por las privaciones, por los dolores, por los cruces que iban señalando el depositario de restos queridos, y con ella, llegó el Prócer y Padre al otro lado del río caudaloso, en el Ayuí, en el hermano solar de Entreríos”.

Han transcurrido 208 años de esta demostración de fidelidad a un verdadero caudillo y también conductor, es oportuno reflexionar sobre el profundo simbolismo, que sigue teniendo esta expresión que surgió de manera espontánea del pueblo. Si bien se planteaban divisiones, primó un valor que debemos rescatar hoy: los convocaba la condición de que todos eran orientales.

Aquellos ciudadanos estaban convencidos de la justicia de una causa y en un acto de fe, depositaron su total confianza en un líder que marcó con hechos, lo que prometió con la palabra. Un héroe que triunfa pero que también enseña, vibra en el alma de la gente.

En aquellos tiempos dijo “Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana”. Es una sabia reflexión que sigue teniendo total vigencia y que la soberbia desconoce.

Debemos reverenciar el fenómeno del Éxodo, que fue un símbolo de la voluntad del pueblo, en defensa de las mejores cosas para todos, sin condición de clase. Un valioso legado que los orientales hoy debemos tratar de hacernos merecedores.



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