El legado de José Artigas. Escribe Saúl Piña

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“Para mí no hay nada más sagrado que la voluntad de los pueblos”.
El sábado 19 se recuerda el 257º aniversario del natalicio de José Artigas. Su pensamiento sigue vigente ya que fue un auténtico oriental, que dedicó su esfuerzo de vida en forma indeclinable en defensa de las libertades y de los derechos. 

Sin descartar otros antecedentes, ha quedado claro que lo Oriental en términos políticos de autonomía soberana, se concreta y adquiere vigor en el período de la Patria Vieja.

Artigas recibió su jefatura en una de las primeras Asambleas Orientales, cumplida el 10 de octubre de 1811, y al frente de su pueblo actuó como caudillo, trazando en el Río de la Plata, las líneas de una democracia,  cuya fuente de poder estaba en las decisiones soberana de los pueblos, cuya voz se expresaba por sus representantes en los Congresos.

Tuvo la visión de futuro de dimensionar el camino que conducía a la Revolución americana de 1810 y que el objetivo de la misma, era poner en las manos de decisiones populares la conducción de sus destinos .Ello suponía organizar a las nuevas nacionalidades bajo el sistema republicano democrático y representativo.

En estos tiempos soplan vientos extraños, de algunos que intentan desplazar los símbolos de nuestra identidad, poniendo en tela de juicio, incluso, la condición de oriental de Artigas. Es oportuno y necesario valorar los hombres y los símbolos que cimentaron esta República y le dieron identidad. 

La devoción artiguista no nace de un sentimiento religioso, irracional o ciego, sino de la adhesión consciente y deliberada a un ideal; misión que el Jefe de los Orientales encarnó como nadie, legando una matriz nacional propia e indestructible cuya esencia, se manifiesta en un nacionalismo humanista y universalista sin xenofobia ni desbordes patrioteros y fanatismos, que siempre están latentes y que no descartan el modelo prestado y ajeno, cuando este sirve a sus propósitos y aspiraciones de poder.

El Ideario de Artigas señala especialmente el repudio a la violencia y recurre a la “moderación” de los espíritus, mueve a contener “a los hombres en el límite del deber”, lo que lleva a evitar “derramar inútilmente, la sangre preciosa de los americanos”.

Los héroes que solo triunfan en la batalla, tienen su bronce rodeado de silencio cuando sus victorias cesan y las de otros llegan. El héroe que triunfa pero que además enseña, vive en el alma y el mejor recuerdo de la Nación.

Aquel caudillo llamado por sus dotes de soldado a la jefatura de un pueblo en armas, reunía en su persona, además de los talentos de un guerrero, las virtudes de un estadista que vio con claridad el mejor sistema de gobierno para las provincias, proclamando la República, las ideas de justicia y de libertad civil y religiosa; lo que establece el sufragio, que defiende el trabajo, la protección social; que apoya la educación y la cultura con la creación de la Escuela de la Patria y la primera Biblioteca Pública.

Aquel hombre que algunos desquiciados ideológicos pretenden pasar al olvido; defendió la tolerancia de credos, la justicia social y el rol del gobierno para favorecer a los menos protegidos, de modo que “Los más infelices sean los más privilegiados”. Sustentó la libertad de prensa, profesando el amor y la fraternidad, como forma de servir a sus hermanos.

Esta tierra es su obra y los hombres nacidos en la misma, han sido moldeados con el cincel de su ideario pleno de valores, que hicieron grande esta República. 

No hay revisionismos posibles que modifiquen nuestra identidad; los uruguayos somos lo que somos y lo seguiremos siendo, porque elegimos todos los días, de todos los años que Artigas siga viviendo en nuestros corazones. 


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