Recordando a Orlando Aldama. Escribe Saúl Piña

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El pasado 24 del corriente mes de enero se cumplieron 33 años del fallecimiento de un hijo dilecto de Durazno: Orlando Aldama. 
 
Fue un ser muy especial tocado por la varita mágica del éxito, logrando un estaque muy importante como dramaturgo, periodista, guionista al punto de que en la década del 40 fue el autor uruguayo que percibió la mayor suma de dinero por sus derechos de autor. 

Su residencia en Santa Bernardina fue escenario de fermentales tertulias rodeado de amigos, complementando su vida en sus últimos años, con la asistencia sin falta al Sorocabana, donde hoy una mesa lleva su nombre, como testimonio de las cotidiana reuniones que convocaba a un selecto número de destacados vecinos de nuestro medio, donde Orlando era un miembro muy particular.

Hay que destacar su vinculación con el recordado actor argentino Luis Sandrini, para quien Aldama le escribió varios guiones de destacadas películas que lograron un marcado éxito, ganando fama y dinero. Se destacan: “El diablo andaba en los choclos” (obra que escribió en 15 días), “Cuando los duendes cazan perdices” y “Juan Globo” entre otras muchas más. 
 
Dentro de sus amistades en Durazno se destacaba el recordado “Chivi” Giordano, quien fue fuente de inspiración para muchos libretos. Orlando fue autor de destacas obras de teatro como “La señorita de los pájaros” o “Rincón del Bonete”.

En sus obras volcaba un espíritu sano, pleno de belleza, con pureza original, sin apelar a la palabrota, a lo soez y vulgar. Era un profundo observador de las conductas humanas y de los personajes del pueblo. 
 
En materia política fue un actor muy valioso en el Partido Nacional, integrando la Junta Departamental, donde era temido por su capacidad de respuesta y precisa oratoria.

En el día del sepelio, quienes concurrimos sentimos una extraña sensación: Orlando que nos hacía reír, ese día nos hizo llorar. Este ciudadano, supo vivir en plenitud, inmerso en las pasiones que la vida otorga, comprometido con su vital inspiración. Disfrutó de su bohemia y generó un capital muy valioso: amigos.

El pasaje por la vida nos ubica o no en la eternidad. Orlando ha quedado en la memoria de todos, por el valioso mensaje y ejemplo, de que nuestro tránsito terrenal, lo debemos cumplir con sentido del humor, sencillez y fraternidad espiritual.

Sabemos que existe la firme intención de las autoridades municipales de designar un espacio del Teatro Español con su nombre. Sería un Justo reconocimiento para este hijo de Durazno, que trascendió las fronteras, sembrando la semilla de la alegría de vivir.

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