Volver a las fuentes. Por Saúl Moisés Piña

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“Es lamentable que el pasajero crecimiento económico nos trajo la pérdida de los códigos de convivencia y la decadencia social. La corrupción nos invade y mientras algunos tratan de justificarla otros se acostumbran”.

“Cada ser humano es dueño absoluto de extraer del pasado, todos los ejemplos que le convengan y que le otorguen satisfacción, como no tomarlos en cuenta para el encare de nuevos proyectos.

Fuimos testigos que en este país se vivieron situaciones de extrema dificultad, lo que afectó seriamente a los uruguayos, promoviendo grietas en el tejido social, secuestros, desapariciones y torturas; dejando recuerdos que son de mucha dificultad olvidar, pero que no deben condicionar el futuro.

Fue una situación a la que llegamos por acción de algunos y por omisión de otros, pero que en definitiva todos fuimos culpables, más allá de quienes tuvieron directa participación en los hechos, que no fueron otra cosa que un atentado a la libertad y una gran traición al Ideario de Artigas.

De todos modos, en toda crisis hay nobles ejemplos de conducta, de altives cívica y de principismo, que son como raíces históricas de inspiración republicana, del humanismo y de los postulados de justicia, que sirven de apoyo para erigir la sociedad del futuro más justa y perfecta y más a plomo, que este país reclama y merece.

Así como el discípulo de Platón dijo que “amaba a Platón, pero más amaba a la verdad”; muchos podemos afirmar que amamos muchas cosas buenas del pasado, pero no deseamos volver a él, porque más amamos la vida, que por su propia naturaleza es avance, evolución y dinamismo positivo.

Lo que no podemos ignorar de nuestro pasado como pueblo libre y joven, es la esencia de las heroicas luchas por la libertad, por el afianzamiento de idea democráticas y por la implantación de leyes de justicia social.

En tiempos pasados, los vecinos gozaban una gran riqueza que seguramente lo ignoraban y que las tenían incorporadas como cosa natural: el respeto en la convivencia, a las normas: el valor de la palabra y el “vicio” al trabajo honesto y sin faltar, todos estos ingredientes fundamentales para el sostenimiento de ese almácigo de valores en toda sociedad que es la familia.

Vivimos en el Uruguay una situación muy particular con relación al escenario de inseguridad que se enfrenta, al punto de que en el pasado mes de mayo se registraron 43 homicidios, una cifra récord que habla claramente que algo no funciona en esta sociedad. El panorama es tal, que han surgido nuevas maneras de que la población civil se exprese. La exposición ciudadana se verifica con movidas, reuniones y cortes de rutas, con la presencia de vecinos más allá de los partidos, porque se sienten por sobre las efímeras posiciones ideológicas, como debe ser: Uruguayos.

Es lamentable que el pasajero crecimiento económico nos trajo la pérdida de los códigos de convivencia y la decadencia social. La corrupción nos
invade y mientras algunos tratan de justificarla otros se acostumbran.

Se comercializa droga hasta en las escuelas y todo padre tiene miedo de sus hijos cuando salen a la calle; otros, lamentablemente ni les interesa por donde andan.

No podemos adjudicar todo el problema a las fuerzas policiales o la justicia; el tema es mucho más profundo y surge –según dicen algunos analistas-- por la falta de autoridad, por incidencia de la droga y por una especie de fragmentación que se ha venido dando en sectores de la población, que en algunos casos es hábilmente promocionada por grupos políticos.

Enfrentamos tiempos de crisis, pero tenemos que confiar en que podremos encontrar las soluciones , y para ello sería buena cosa que las nuevas generaciones, tomen conocimiento con los ideales que nos dejaron hombres y actores políticos de relevantes quilates, que bien nos pueden servir de guía y motivación para justificar nuevos esfuerzos y sacrificios.

Ocurre que a veces, los partidos valoran poco la capacidad de gobernar y valoran más la lealtad política y la identidad con el denominando “Proyecto”.

Ha llegado el tiempo del compromiso de todos, para que cada cual en su espacio, ponga la cuota de responsabilidad, honorabilidad y sacrificio, para la conquista de nuevas metas, que hagan de nuestra convivencia —como en un tiempo fue— una buena manera de vivir en paz, fraternidad y armonía. Es tiempo de volver a las fuentes”.

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