El ejemplo de Oribe que deberíamos evaluar. Por Saúl Piña

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El 26 de agosto de 1790 nació Don Manuel Oribe, hijo y nieto de militares. Su padre el Coronel Francisco de Oribe y Salazar, fue un distinguido militar.

Seguramente el escenario familiar tuvo especial incidencia en su vocación de soldado, que Oribe puso de manifestó de manera inexorable al servicio de la Patria.

Oribe recibió en ese ambiente de familia, valores que marcaron especialmente su carácter, especialmente en lo que tiene que ver con el orden, la disciplina y el respeto a las jerarquías superiores. También un sentimiento de austeridad, de honradez, de modestia que constituyeron líneas de conducta en su existencia de soldado y ciudadano.

Oribe fue uno de los gloriosos integrantes del grupo de Treinta y Tres Orientales, que protagonizaron la epopeya inigualada y heroica del Desembarco de Agraciada.

La historia marca que al término de la campaña militar que nos dio la ansiada independencia, Oribe surge como un soldado de firmes prestigios y como un patriota dueño de virtudes, que justifican al ascendiente que adquiere entre sus conciudadanos. Ese prestigio adquirido en las fieras batallas, pero fundamentalmente por su vocación por los principios que regulan el orden social, abre su vida a un nuevo destino en el servicio de la Patria: Presidente de la República.

El 1ro. De marzo de 1835 la Asamblea General por unanimidad lo designa para ejercer por el período constitucional la Primera Magistratura de la República.

Un programa de gobierno que hoy sería el ideal para el Uruguay: ordenar la Administración Pública, estimular el trabajo, hacer respetar la Constitución y las leyes, afianzar la autoridad de los magistrados, defender las fronteras nacionales y obtener el reconocimiento de nuestra independencia.

Su compromiso de gobierno con el Pueblo no fue solo promesa, sino que se concretó en los hechos. Ordenó las cuentas de la Administración del Estado, extendió la difusión de la enseñanza, los funcionarios civiles  y militares contemplados en su situación de retiro, prohibió el tráfico de esclavos, formuló planes de colonización rural.-En el escenario cultural promovió la reapertura de la Biblioteca Pública y formación del Museo Nacional.

En aquellos tiempos, no existían los “iluminados” de derecha y de izquierda e imperaba el patriotismo y la defensa de los auténticos valores nacionales, que fueron las columnas del Templo Democrático que aún—pese a todo--caracteriza al Uruguay.

Juan Manuel Oribe fue Fundador del Partido Nacional, una columna de opinión pública, que ha tenido profunda participación en la vida histórica del país.

De manera inexplicable la fecha del pasado 26 no tuvo el sentido de recordación que se merece. No es mala práctica recordar a hombres como Oribe, por más que seguramente en estos tiempos en varios escenarios de gobierno del país, puede causar una suerte de alergia, temor y hasta envidia de no poder llegar a cumplir con algunas metas que Juan Manuel logró concretar, como por ejemplo: el orden, la correcta administración de la cosa pública; como así también la promoción del trabajo, del esfuerzo y la defensa del patriotismo; porque abandonarlo es entregar la soberanía a vientos que vienen de lejos y cargados de polvo.





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