Artigas manda y también juzga. Por Saúl Piña

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El 23 de setiembre de 1850 José Gervasio Artigas ingresó en la inmortalidad. Hacía 30 años que había cruzado el Paraná internándose en tierra Guaraní. Muy pobre de medios pero muy rico de glorias, fue acompañado por su fiel asistente Ansina, un símbolo de la fidelidad y de la abnegación, que son las virtudes de un soldado.

Es bueno recordar la herencia de Artigas, quien afirmó en la región platense el sentimiento republicano-democrático que alejó el aventurismo de la monarquía, y triunfantes las banderas del sistema federal que habrían de adoptar más tarde quienes incluso más le combatieron.

Nos legó la inquietud de un espíritu integracionista con su política de generosidad arancelaria, de libertad portuaria y la preocupación por una justa y organizada vida social con atención especial en los medios rurales, como se plasma en su Reglamento de 1815, así como su afán cultural favoreciendo la instalación de escuelas y bibliotecas.

Pero por sobre todas las cosas, nos dejó el ejemplo de una dignidad moral incorruptible e insobornable, que lamentablemente, algunos uruguayos no han sabido cumplir .

Tuvo el elevado privilegio además de ser soldado, que amplió sus cometidos y, puesto por voluntad de los orientales en la Jefatura de su pueblo, agregó a sus tareas de Libertador, las de un organizador
institucional y apóstol de su vida cívica, creando en la conciencia nacional los dogmas de libertad y soberanía, de equidad, de justicia y tolerancia que son firmes perfiles del carácter de nuestra colectividad.

Enseñó a defender la soberanía propia y a no aceptar la supremacía arbitraria de los hermanos con el pomposo título de protección política.

En estos días donde se pretende limitar la libre expresión de un medio de Sarandí del Yí, es bueno recordar la sabia sentencia del Prócer, cuando decía “La libertad de imprenta, es esencial para la seguridad de un Estado”, por lo que “no debe ser limitada”.-También dijo: “la igualdad y seguridad de los individuos” como “objeto y fin del gobierno”.

Seguramente no hay carga más pesada e insoportable para un pueblo, que tener entre sus brazos un héroe muerto y sin vigencia, ese castigo ha sido ahorrado a los uruguayos. No tenemos que salir al mundo confundidos y vacilantes, a buscar nuestra senda propia y comprobarla certera. La conocemos tanto y tan bien que aquellos que pretenden cubrir con un velo el recuerdo de Artigas para imponer otras ideas, será tan solo un laberinto pasajero, el que inevitablemente será despejado, para retomar la senda que nos marcó el Padre de la Patria, de la libertad en fraternidad.

La historia de estas tierras, marca que la verdadera vía del artiguismo, es la de la autenticidad nacional, a través de la vigencia de su insuperable ideario democrático, que manda, pero que también se enteren quienes lo ignoran, que sobre todo juzga.





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