La gran tarea que nos espera. Por Saúl Moisés Piña

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En este tiempo y en este mundo, asistimos a una verdadera crisis de responsabilidad  individual, y por su efecto, de responsabilidad colectiva. Ponemos especial énfasis en citar y quejarnos de los males que afectan nuestra sociedad, pero  evitamos abordar las causas que provocan  esta situación.

Es evidente que pesan dos modos de irresponsabilidad, una por omisión, la otra por acción. Surgen espacios en muchos lugares, donde toman fuerza algunos  “predicadores” vestidos de galas filosóficas, que en realidad son trajes de luces de  engaños y promesas que intentan encandilar a los ciudadanos con su rebuscada dialéctica.

La pasión por la libertad y las aspiraciones de justicia y de total acuerdo a las normas contenidas en la Constitución de cualquier país, requieren como toda cosa humana, consenso, aceptación y respeto recíproco para mantener plena vigencia.

En nuestro Uruguay, hemos marcado desde el fondo de la historia, las luchas  principistas por la libertad, por el triunfo de la justicia social, por el desarrollo ,por la veneración a  los símbolos patrios y por el total respeto del rico legado que nos dejaron ciudadanos que fueron auténticos próceres, cuyas  voces aún se oyen, en el  lamentable silencio que produce el proceder de algunos hombres de hoy.

El tiempo de las brujas y los maleficios invencibles,  solo está  en los libros de cuentos. Los uruguayos debemos tomar conciencia  de que los triunfos son  hijos del esfuerzo y que el hombre debe ser actor responsable y no simple espectador.

La superación de las etapas de estancamiento social y económico, vendrán por la vía patriótica solidarista y justiciera  del trabajo de todos, sin desvíos, con sacrificio y sin rebuscados pretextos de grupos, que en defensa de sus intereses ideológicos, en vez de crear fuerza para el desarrollo, promueven divisiones y debilitan el esfuerzo.

Debemos aunar filas para luchar contra las carencias materiales y del espíritu, pero también contra los pesimismos entregados a prédicas negativas que entorpecen  los planteamientos y en lugar de levantar los niveles de vida del pueblo, los reducen a términos de amargura y de engaño.

Tenemos el gran privilegio de  estar en la etapa previa a un acto electoral, que debemos de vivir con alegría, ya que reviste especial importancia para todos los uruguayos, que tendremos el sagrado derecho del  voto. Y eso es muy bueno, por cuanto el respeto natural del que gozan los gobernantes por su calidad de tales, se incrementa proporcionalmente en la medida, en que su elección se haga por el voto popular, lo  que habilita la instancia de evaluación de la gestión de los gobernantes.

Valoremos la democracia que gozamos, que como filosofía está fundada en el amor, y en el respeto  a las ideas de los semejantes. La lucha de clases, la  antipatía y la pugna entre hombres y entre grupos, base de todos los autoritarismos, no es la senda para la conquista del bienestar de los pueblos. No hay duda que el trabajo, la educación y el respeto a las normas constitucionales, suponen  la práctica de disciplinas morales y espirituales, en las cuales los conocimientos  atemperan  los  impulsos  de los sentimientos y propician la tolerancia y la fraternidad, de gobernantes y gobernados.

Esta es la gran tarea a cumplir.-



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