El legado de Varela. Por Saúl Piña

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El 24 de octubre de 1879 el Uruguay todo se conmovió ante la dolorosa noticia del fallecimiento de José Pedro Varela. 
 
Con tan solo 34 de vida, cumplió una tarea de gigante, dando forma, sentido y proyección de futuro a la cultura de una nación. En aquellos tiempos el escenario nacional, vivía con el lastre de las paciones y de la incultura, y por lo tanto la obra de Varela, es producto de un ser excepcional y de una inteligencia superior.

Consiente del rol que la educación tiene en toda sociedad, tomó contacto con los medios culturales de Estados Unidos, promoviendo la creación de la Sociedad Amigos de la Educación Popular, publicando el primer trabajo nacional de excelente nivel pedagógico: “La Educación del Pueblo”; asume la Dirección de Instrucción Pública; redacta la “Legislación Escolar”, desempeña el cargo de Inspector Nacional de Escuelas; prepara textos, traduce libros ,forma Maestros, lo que conmueve la conciencia nacional con la idea obsesiva de la educación popular. Las últimas etapas de su fermental vida, fueron transitadas bajo el tormento de la cruel enfermedad que lo consumió.

La Reforma que Varela elaboró, es el germen del cual derivarán las mejores cosechas para el desarrollo de la conciencia cívica, para la comprensión de derechos y deberes y, sobre todo, para la consolidación de duraderos vínculos de amistad y de solidaridad humana que, formalizados en los bancos escolares, ligarán por toda su vida, a ciudadanos de todas las procedencias, sin que sobre ellos puedan influir, consideraciones clasistas. Hoy, algunos han olvidado este mensaje de Varela, provocando grietas de clases sociales, violando la laicidad y promoviendo la idea de que el monopolio ético, lo tiene determinado espacio ciudadano.

El principio del reconocimiento a la dignidad de la persona humana, el propósito de servir libremente el progreso mediante la formación de  aptitudes para valerse por sí mismo por medio del trabajo sin depender del Estado; la finalidad de hacer de la democracia y no de la violencia, el camino más amplio para la seguridad, la paz y la felicidad de la Nación y por ende de los ciudadanos, son valores que están vivos en la educación popular y en la acción laica que define a la escuela pública, concebidos según los ideales, de la conciencia liberal que Varela interpretaba cabalmente, y que resulta un compromiso defender y mantener.

La filosofía vareliana adquiere hoy total vigencia, ya que enfrentamos tiempos de una sociedad sacudida y conmovida por situaciones injustas, cuyo origen sería buena cosa averiguar.

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