Recordando una fecha universal y de gloria. Escribe Saúl Piña

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El 14 de julio de 1789 los ciudadanos de Paris hastiados de los abusos del poder, marcharon contra La Bastilla para destruir, piedra a piedra todo vestigio del régimen feudal imperante que absorbía inútilmente todo intento libertario del pueblo en aquellos tiempos.

La Bastilla era una mazmorra brutal, una especie de presidio del Estado, al servicio del absolutismo monárquico, que ordenaba el encarcelamiento de personas confinadas, sin saber la razón, y sin conocer tampoco cuanto sería el tiempo de la reclusión. El Gobernador responsable de La Bastilla
fue capturado y ejecutado. 

Este acontecimiento fue una de las instancias más importantes en la historia del mundo, iniciando un proceso en Francia, que eliminó los privilegios feudales; lo que fue confirmado en la Declaración de los Derechos del Hombre, que establecía como derechos naturales, la libertad, seguridad, propiedad y el derecho a la resistencia a la opresión. 

También se reafirmaba que todos los hombres son iguales y libres, e igualmente sujetos e impuestos, a que la autoridad del rey se basa exclusivamente en el deseo del pueblo.

Aquella Declaración de 1789 avanza mucho en materia de derechos, porque afirma la libertad de conciencia y admite los protestantes y los judíos en la ciudadanía, reconociendo al ciudadano el derecho a no adherir ninguna religión. La toma de La Bastilla fue un hecho prodigioso, por cuanto el pueblo tomó conciencia de que unido tiene fuerza. 
 
Fue aquella la primera de las grandes jornadas revolucionarias. La fecha y el suceso conservaron en la historia del mundo, un carácter simbólico, augural y glorioso. El triunfo de la Revolución fue el triunfo del espíritu y de las ideas que sostenían la libertad, la igualdad y la fraternidad de todos los hombres, pasando a ser bandera de las futuras generaciones, de hombres dispuestos al sacrificio de sus vidas, por el honor y dignidad de los pueblos a que pertenecen. 

Ya se había comenzado a escribir en las páginas del Libro de la Historia con tinta indeleble, el capítulo de la libertad. Con páginas que aún se siguen borroneando, en varios países del mundo, en situaciones lamentables que sumergen a los pueblos en la horror de la muerte, la ausencia de libertad, la persecución, la tortura.

Aquellos que lideran ideologías extraviadas, todavía no han comprendido, que el género humano no existe para ser esclavizado y sí para vivir una vida en armonía, justicia y felicidad, sin condicionamientos en el marco de un sistema democrático.

Precisamente son los sistemas democráticos que han probado su poder para enfrentar triunfalmente a las tendencias liberticidas y, con el establecimiento de un proyecto destinado a la búsqueda de la justicia y el bienestar, derrotar las concepciones que sólo ven en la historia un mero sucederse de hechos motivados por la lucha de clases.

En este recuerdo de la Bastilla, un saludo a Francia y a todas las mujeres y hombres libres de la Tierra. También nuestra firme aspiración, de que llegue la libertad , para aquellos pueblos donde aún está ausente.

Es imperioso reflexionar hoy, para orientar el mayor esfuerzo, para suprimir las desigualdades humanas, los motivos de odios y diferencias ciudadanas, como manera de lograr un estado superior de justicia, que permita a los uruguayos, alcanzar el más alto grado de perfección, que
nos alumbre el camino de la felicidad y el justo entendimiento, en una imaginaria cadena de fraternal hermandad social.

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