Fernán Silva Valdéz: un maestro de la poesía campesina. Escribe Saúl Piña

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El 15 de octubre de 1887 nació en Montevideo un calificado Maestro del arte poético, que rescató con amor y calidez esos valores de gran espiritualidad que tienen las cosas del escenario campesino. Hacemos referencia a Fernán Silva Valdés de profunda vinculación con la ciudad de Sarandí del Yí, ya que su familia residió muchos años en la zona.

Fue calificado poeta, narrador, autor teatral, escribió prosa y fue creador de tangos de leyenda, entre los que corresponde mencionar—entre otros- “Clavel del Aire”, que logró un destacado sitial y cuya música corresponde al prestigioso Juan de Dios Filiberto. 

Se atribuye a Silva Valdés el surgimiento en la década del 20, de la corriente denominada “nativismo”, como fresca renovación con respeto a la vieja poesía gauchesca. Fue un ser humano estrechamente vinculado con las cosas populares. 

Fue distinguido con el “Premio Nacional de Literatura”, ocupó un sitial en la Academia Nacional de Letras y fue miembro de la Academia Porteña del Lunfardo. Los poemas de Silva Valdés se recitan en los centros educativos, pero también en cuanta fiesta criolla o peña que existe en el país, teniendo la autenticidad de aquellas cosas que se revitalizan con el paso de los tiempos. 

Sus padres residieron muchos años en Sarandí del Yí, donde Fernán tomó contacto con la vida rural, que fue fuente de su inspiración en la creación de su exquisita producción literaria.

En una recordada conferencia el ilustre jurisconsulto, Eduardo J. Couture, expresó que para hablar del nativismo como fenómeno de renovación y savia nueva había que nombrar al trio de las tres “efes”: Fabini en la música, Figari en la pintura y Fernán Silva Vales en la poesía.

Esto nos demuestra el valioso pasado que tiene este Uruguay, en las más diversas disciplinas, figuras que deberían tener mayor difusión en los programas de estudio. Es bueno destacar que el prestigioso escritor Ricardo Giraldes, autor de un clásico en el Río de la Plata: “Don Segundo Sombra”, le envió un ejemplar a Fernán Silva Valdés, con una dedicatoria de suma elocuencia, que decía “A la calandria de la otra orilla, el chimango de ésta”.

Seguramente la valiosa obra de este casi hijo de Durazno, seguirá ocupando un sitial de privilegio, en el escenario de la cultura campesina. Fue un artesano de su propia formación, abordando su valiosa obra con un sello original, dejando un legado de elevados quilates, reafirmando la identidad de las ricas tradiciones, que son una especie de savia que corre por las venas de los orientales.

Este ilustre uruguayo falleció el 9 de enero de 1975.

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