El valor de la apicultura: actividad muy presente en Durazno. Escribe Saúl Moisés Piña

0

En el Uruguay existen antecedentes de explotación apícola desde inicios del siglo XIX. En 1834 una crónica de “El Universal” destacaba que Bernardino Rivadavia había instalado algunas colmenas en el Río de la Plata y que, impedido por Rosas de desembarcar en Buenos Aires, las había ubicado en Colonia.


Desde ese momento la actividad apícola se extiende, sobre todo, en la zona sur y el litoral del país, teniendo especial significación, la instalación de colmenas en San Javier, en la Colonia Rusa, alrededor de 1880. 

A principios de 1900 se importan las primeras colmenas movilistas y los extractores radiales, que fueron factores determinantes para el desarrollo de la actividad comercial. En el año 1929 se realizó la primera exportación de miel, por gestión del Banco de la República. Se vendieron 1.016 kilos para Inglaterra, por los cuales se recibieron 42 libras esterlinas. 

En 1930 se constituyó la primera sociedad de apicultores, realizándose rápidamente una exposición nacional de apicultura, como también un censo, comprobándose que habían 53.409 colmenas, con una producción de 332.480 kilos, lo que da un promedio de 6.28 kilos por colmena. 

En la actualidad se estima que el sector apícola se integra con alrededor de 2.500 pequeños apicultores, generando cerca de 12.000 empleos indirectos para la producción de 565.654 colmenas, que producen alrededor de 11.500 toneladas. 

Lamentablemente el número de apicultores viene disminuyendo de forma alarmante, debido a las dificultades que se presentan para el correcto funcionamiento de la actividad, por el uso de agro tóxico, como el Glifosato, que lesionan el escenario natural y contaminan la flora.

Está comprobado que un elevado porcentaje del servicio ecosistémico depende de la polinización, donde precisamente el aporte que hacen las abejas es el más importante.

Si las abejas desaparecieran, la agricultura dejaría de funcionar. En el Uruguay existen 100 especies de abejas silvestres, que vienen siendo afectadas por el uso de plaguicidas y también por el cambio climático. Las abejas no solo fabrican miel, sino también propóleo, polen, jalea real, apitoxina y cera.

En Durazno trabajan varios apicultores con marcado éxito comercial, en una actividad que tuvo especial dinamismo cuando la creación del Banco Apícola, que era dirigido por el recordado Pedro Nelson Tierno, en la primera administración del intendente Raúl Iturria. 

Si bien es cierto que la producción de miel y el número de apicultores a nivel nacional viene disminuyendo, la actividad sigue funcionando merced al esfuerzo y el amor de una profesión, que es una especie de arte y también una ciencia, regulada por las leyes biológicas. 

Es fundamental que las autoridades competentes instrumenten planes de apoyo a la apicultura, una labor auténticamente rural, que genera mano de obra, moviliza capitales nacionales y que, siempre tiene mercados en el exterior.

VOLVER A LA PORTADA

Entradas que pueden interesarte