El valor de la tolerancia. Escribe Saúl Piña

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El 16 de noviembre se celebró el Día Internacional para la Tolerancia; se trata de una efemérides instaurada por la ONU en 1995, para conmemorar la Declaración de Principios sobre la Tolerancia. El documento establece que, la tolerancia no es indulgencia o diferencia, sino el respeto a las creencias, cultura y opiniones de los otros, así como también es un Derecho Humano, por lo cual es inalienable y lo que demuestra es que las personas son naturalmente diversas y solo en el marco de la tolerancia podrán convivir.

La Humanidad se ha vuelto violenta y en muchas zonas del mundo, se instalan escenarios de muerte y de terror, que afectan a miles de seres inocentes, cuyo único tesoro es la vida y su gran aspiración es la paz de su familia.

La tolerancia es el respeto o la consideración hacia las opiniones de los demás, aunque esas opiniones sean diferentes a las nuestras. 

El hombre no es violento por naturaleza. El temor y la ignorancia son las causas raíces de la intolerancia y pueden quedar impresas por experiencias de vida en la psiquis desde una temprana edad.

Desde el fondo de la historia, operan corrientes ideológicas que enseñan el camino de la violencia y la intemperancia, son oportunistas, que siembran la discordia para cosecha en su propio beneficio.

La tolerancia es herramienta para eliminar la ignorancia, ya que comprobado está, que la cultura de un ser humano no es medible por el caudal de su sabiduría, sino por la conducta que es capaz de exponer en el conocimiento superior de valorar y respetar la “diversidad”, como condición básica para alcanzar el mayor grado de libertad, respeto y fraternidad, que son la base y fundamento de la convivencia social y del desarrollo humano.

La tolerancia no nos impone aceptar o compartir opiniones que no son las nuestras, ni tampoco renunciar a nuestras ideas de pensamientos, y que resulta perfectamente compatible con el debate y la contraposición de ideas, siempre que éste se desarrolle en un clima de respeto hacia la persona de nuestro ocasional contradictor. 

Los uruguayos tuvimos el privilegio de gozar en algún momento de un correcto y fermental sentido de la convivencia en tolerancia, con todo lo que ella significa de positivo, tan lejos de la indiferencia y tan cerca de la inteligencia superior.

En tiempos de crisis espiritual que fomenta la violencia y opaca la verdad, debemos trabajar en potenciar al sueño superior de un mundo sin odios, sin revanchas estériles, sin fanatismos ideológicos y obsesiones políticas.

Para avanzar en lo colectivo hay que dar pasos primero en el cultivo de nuestro templo interior. El futuro mejor para todos está en el esfuerzo que hagamos cada uno.  IR A PORTADA 

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