El 18 de Mayo de 1811 tuvo lugar la más grande victoria militar de la década gloriosa de la Patria Vieja , la: “Batalla de las Piedras". Fue el bautismo de sangre del pueblo oriental, pero también puso en evidencia las dotes del gran Caudillo. Han transcurrido 214 años ,pero sigue latente en el corazón de todo buen oriental.
En esa contienda se perfiló José Artigas como Fundador de la Nacionalidad y Protector de los Pueblos Libres, marcando un camino para los orientales de todos los tiempos.Su grandeza siempre fue la misma en la victoria que en la derrota, y es precisamente en Las Piedras, donde en tiempos donde no se hablaba de los: “Derechos Humanos”, este líder ejercía los “Humanos Derechos” con el vencido. Extraordinaria humanidad expuso en esa instancia, rindiendo culto y cediendo a un impulso caballeresco e hidalgo, no tomó personalmente la espada del jefe derrotado.
Su orden de ¡Clemencia para los vencidos!, con la que quiso poner valla a los naturales excesos de los soldados que despiertan las batallas, muestran su dimensión moral.
Los laureles de “Las Piedras”, afianzan la fe en la justicia de la causa americana y la confianza en su consolidación definitiva. En estos tiempos donde se plantean graves ataques a la democracia en países americanos, no sería mala cosa consultar nuestra historia, para que sirva de ejemplo a quienes no tienen aún muy claro dónde están los auténticos derechos de los pueblos.
En estos tiempos de crisis no solo económica sino también espiritual, debe resonar más que nunca, la voz profética de Artigas, que en su Proclama de 1811, nos dice: “Para conseguir el feliz éxito, y la deseada felicidad a que aspiramos, os recomiendo, una unión fraternal. Uníos, caros compatriotas, y estad seguros de la victoria”.
Eran épocas donde primaba el fervor de un sano patriotismo; no existían las vacías categorizaciones que los nuevos tiempos han planteado, que promueven divisiones. Eran tiempos donde la única preocupación de los ciudadanos, era ese noble sentimiento que denota patriotismo y belleza espiritual: el amor a la Patria.
No le hace nada bien al país, dejar pasar el recuerdo sin la debida dimensión de todos aquellos memorables acontecimientos, forjadores de la personalidad nacional. Es una buena manera de fortalecer en las nuevas generaciones, el auténtico amor a su tierra, a sus tradiciones, al esfuerzo personal, y sobre todo a ese bien básico en toda sociedad humana: el respeto y cuidado del sistema democrático.
Esos sentimientos fueron la característica, en la preclara figura, del que aún sigue siendo el Jefe y el Caudillo de los Orientales. Estaba dotado de una fuerte personalidad, de recio carácter, de insobornable conducta, de probada honradez para con su pueblo y de un fecundo ideal cargado de futuro.
La evocación de Las Piedras, ha de estimular el sentimiento de la orientalidad, como así también el recuerdo de los heroísmos realizados por nuestros ancestros, con la intención de fijar en caracteres de eternidad en las nuevas generaciones, valores como el amor a la Patria y a los héroes que la forjaron. Sobre todo en estos tiempos priorizar el respeto a las normas, la cristalinidad en el accionar del accionar, tanto público como privado de los hombres y la importancia del trabajo como fuente de auténtico desarrollo.