
Este 18 de julio se cumple un glorioso aniversario para el Uruguay, luego de un período de ardorosas luchas, se juraba la Constitución de la República. El cielo de la constelación americana mostraba un nuevo astro, seguramente pequeño en su tamaño pero de esplendorosa luminosidad, por su valioso contenido de aspiraciones y nobles ideales.
Fue el 18 de julio de 1830 y muy pocos hechos pueden tener mayor relevancia e influencia en la vida de un país, que contar con este documento de fe democrática, que otorga a los ciudadanos, normas de convivencia y códigos del buen relacionamiento.Será el 18, un día solemne y glorioso, en que la Patria investida de los atributos de la libertad y soberanía, ingresó en el concierto de las naciones libres y soberanas del mundo. Fue la culminación de una larga historia de enfrentamientos de orientales, cuyo fruto fue la libertad.
La historia marca instancias donde la Constitución ha sido debilitada, pero en el alma del pueblo, siguió vigente, lográndose superar etapas negativas, por imperio de hombres cuyo equivocado accionar, fue corregido por el alma de los buenos uruguayos, que encontraron el trillo correcto, mediante la sabia brújula de la Constitución, democrática y republicana, un sabio documento que no surgió de la casualidad ,ni de la inspiración de caudillos de otras tierras.
Fue la vocación auténtica y natural de los hombres nuestros bajo la inspiración de Artigas, porque enseña la libertad y no el fanatismo, que es el combustible de la mentira populista.
Tenemos que valorar que vivimos en un país hecho para la armonía y el sentido natural para la proporción, donde se dan las condiciones para el mejor escenario de convivencia social.
En el Uruguay tenemos las condiciones para el funcionamiento político sano y para el mejoramiento del espacio de privilegio cultural y educativo, que nos merecemos, esa debe ser la meta del futuro.
Debemos dimensionar el valioso contenido que tiene el texto constitucional, donde se establece, que el pueblo en las urnas, sin curatelas y favores siempre será el gran depurador de los partidos y los gobiernos, castigando con esa sabia herramienta llamada silencio, a los actores políticos que violaron la confianza de los ciudadanos, no actuando con ética y honestidad, traicionando los más ricos valores nacionales, que con el ejemplo de Artigas ,han cruzado los cielos de los tiempos y siguen vigentes hasta hoy.
Y esta realidad es, porque en el espíritu de la Constitución, anida el abrazo entre hermanos, el convivir pacífico y el quehacer conjunto de los discrepantes.