El desafío de los suizos. Por Saúl Moisés Piña

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Las vertientes de sangre, de cultura y de idiomas que han terminado por darle características al hemisferio americano, guardan sus misterios y el encanto de su diversidad, en lejanas tierras, en regiones de montañas o de vastos valles. En zonas con altos picos nevados y en extensos zonas áridas.

En este Uruguay, la verdadera esencia de nuestra raza, se basó en la identidad de hombres y mujeres, que llegaron a estas tierras, con la firme intención de aportar trabajo, compromiso y formar familia, que es el gran crisol de todos los valores. Fueron muy duros con la adversidad y muy nobles con la buena fortuna.

El 21 de noviembre de 1861 un grupo de familias suizas de los cantones alemanes, arribaban al Uruguay en la zona del arroyo Rosario en Colonia. Su sorpresa fue muy grande por el potencial de las tierras que estaban pisando, ya que en sus corazones latía el potencial de crecer, contando con la valiosa y única herramienta que existe para la superación del ser humano: el trabajo. El líder del grupo el Maestro Elías Huber, comprobando las bondades del suelo, dijo que quien, “después de los primeros años no prospere en estas tierras, será un inútil”.

Aquellos colonos suizos levantaron ranchos y dieron inicio a las tareas agrícolas construyendo arados de madera dura, sembrando una variedad de cereales con excelentes rendimientos de cosecha, al punto de que se llegó a exportar trigo. Tengamos en cuenta que hablamos de la de cada de 1860-1870. Un ejemplo que habrá de considerar, ya que Uruguay hace muchos años que no exporta trigo.

También producían forrajes en gran cantidad. En el año 1868 se recibieron la primera cosechadora mecánica que llegó al país, y aquellos hombres que habían llegado siete años antes, desafiando el clima y rompiendo terrones con arados de madera, ya ingresaban en el camino de la mecanización. En el año 1869 arribó el Suizo Juan Karlen, quien dio inicio a la industria quesera en este país. También el colono Juan Sturzenneger elaboró la primera sidra producida en el Uruguay.

Es bueno señalar que la colectividad suiza ha mantenido con el transcurso de los años, su identidad, sus costumbres, sus ideales de trabajo y compromiso con el país que les dio acogida. Basta visitar Colonia Suiza y el entorno rural, para comprobar estos valores.

Como merecido premio al esfuerzo de aquellos pioneros, sus descendientes gozan de un sentimiento afectivo de los uruguayos, que les posibilitó, prestigio social, político y económico en el escenario nacional.

En estos tiempos sería bueno hacer un análisis, reflexionar y recoger la valiosa enseñanza , sobre el desafío de los colonos suizos, que dejaron
un ejemplo de trabajo y de compromiso.





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