Recordando al Dr. Eduardo Calleri. Escribe Saúl Piña

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El 21 de noviembre de 1921 nacía en Fray Bentos quien fuera un brillante cirujano, pero sobre todo un ser humano con un vigor y un extremo grado de responsabilidad y ética profesional. 

Nos referimos al doctor Eduardo Calleri Garmendia, quien en el ejercicio de su profesión, introdujo cambios revolucionarios creando, incluso nuevos instrumentos y nuevas técnicas quirúrgicas.

Como ejemplo existían varias operaciones que se hacían en Montevideo en dos etapas. Esto provocaba serios probemos por el traslado de los pacientes, que era de varias horas . Calleri comenzó a realizar estas intervenciones en el hospital de Durazno, en una sola vez, con resultados excelentes. 

Tal era su fama que su amigo el prestigioso Dr. Pedro Larghero, le envió a su hijo a Durazno para que aprendiera sus técnicas médicas. Calleri promovió cambios radicales en la operativa interna del hospital de Durazno, poniendo énfasis en el trabajo en equipo y no individual.

Introdujo nuevas técnicas en las transfusiones, anestesia y la asepsia. Calleri decía en declaraciones que: “Tenía mucha memoria que hasta me creían inteligente. La Escuela como después el Liceo fue una hipertrofiada memoria”. Con tan solo 18 años ingresó a la Facultad de Medicina, egresando con tan solo 26 años. 

Se trasladó a Durazno como médico de Policía y también actividad en el hospital como médico Asistente y con autorización para ejercer cirugía. Durante sus 40 años de actividad profesional, realizó más de 20.000 intervenciones quirúrgicas, que están documentadas en los archivos del Ministerio de Salud Pública.

Pero fue también un ser humano ejemplar. Lo material estaba ajeno a sus servicios asistenciales, y el consultorio de calle Artigas fue escenario de gestos solidarios y espíritu fraterno de este dilecto hijo adoptivo de Durazno. Brindaba su afecto y su trabajo sin extender la mano a recoger nada, sin detenerse a escuchar el agradecimiento y menos el halago. Siempre pronto para transitar los barriales del medio rural, llegando hasta el modesto rancho para cumplir con un llamado. 

Amaba su familia, los niños, los libros, la música y la naturaleza. Fue un auténtico sembrador de moral y ética profesional, teniendo el privilegio de recibir en vida el tributo de admiración y el afecto del pueblo de Durazno. 

En estos días la Facultad de Medicina incluyó en su plan de estudios, una materia sobre la cual hace 50 años, Calleri le daba especial importancia. Decía que una materia que no se enseñaba en Medicina era Humanidad. 

Quedan vivos muchos trabajadores de la salud, que recuerdan la rica experiencia que lograron junto a Calleri, por su sapiencia, su fraternal trato y su elevado grado de espiritualidad. Fue un ser humano excepcional que sabía que en la vida vale más el ser que el tener.

Generoso con el prójimo y de elevado humanismo en una profesión que lo exige, hizo honor a su profesión.

Las nuevas generaciones tienen que conocer, la vida y obra de esos hombres que marcaron, elevados quilates en las más diversas disciplinas, en el mejoramiento de la sociedad toda. Es una manera de rescatar la identidad y valorar lo nuestro.

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